Empezó de repente, sin ninguna señal de que algo estuviese mal, solo un poco de comezón y sarpullido que aparecieron en las dos piernas de Jay Elston. Una visita al médico de atención primaria en 2012 permitió obtener un diagnóstico inicial de hepatitis, una receta médica de antibióticos y una recomendación de volver a comunicarse si Jay no se sentía mejor en unos días.
En tres días, no podía retener nada en el estómago. Había perdido 40 libras (18 kilos) en una semana. Me dijo que fuera a la sala de emergencias.
Esto dio lugar a más pruebas, incluida una tomografía computarizada y la localización de un tumor en el páncreas, un adenocarcinoma o un neuroendocrino, y la decisión de qué hacer a continuación.
Era demasiado extraño lo que tenía. Me dijeron que tenía tres opciones. En la profesión que tenía antes, trabajaba con gente de Dodge Center, así que conocía gente aquí. Pensé en ir a Mayo, porque si me pasa algo, conozco gente de allí que puede ayudar a mi esposa.
Una biopsia en Mayo Clinic en Rochester reveló que Jay tenía un tumor neuroendocrino en el páncreas.
Los tumores neuroendocrinos son un conjunto de tumores que pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, pero actúan de forma muy diferente de una persona a otra.
La presentación del tumor en los pacientes es tan única que algunos tienen diarrea o dolor a causa de los tumores, mientras que otros no tienen síntomas, y los tumores se descubren en un estudio por imágenes que se utiliza para evaluar otra afección. Algunos tumores crecen lentamente. Otros son agresivos. Los tumores neuroendocrinos pueden segregar hormonas, que son el origen de muchos de los síntomas que tienen los pacientes.
Siguen siendo un gran enigma. Por lo tanto, no entendemos bien por qué la gente padece los tumores más frecuentes, los tumores neuroendocrinos del intestino delgado.
Las opciones de tratamiento también varían: existe la cirugía, la quimioterapia y el tratamiento con medicina nuclear, entre otras opciones. Con el diagnóstico, Jay lo tuvo claro desde el principio.
Yo estaba listo para afrontarlo desde el principio. Eso es lo que pienso hacer. Quiero estar para cuando mis hijos se gradúen. Quiero acompañar a mi hija al altar. Tengo la intención de quedarme por mucho tiempo.
Ha sido una batalla. Un equipo multidisciplinario formado por oncología médica, gastroenterología, medicina pulmonar, cirugía, radiología, en especial medicina nuclear, y patología ha apoyado a Jay en cada paso.
El plan de atención médica no cambia nunca, mientras que, en otros centros, llega un médico nuevo con una visión diferente. Ellos decidieron desde el principio lo que iban a hacer, y ese es el mismo plan que hemos implementado durante siete años.
El equipo de oncología médica de Jay empezó a administrarle quimioterapia, que redujo el cáncer y le permitió vivir dos años sin problemas. Luego, el cáncer se extendió al hígado. En ese momento, la quimioterapia no fue eficaz para controlar los tumores neuroendocrinos. Entonces, necesitamos otra opción.
La terapia de radionúclidos con receptores peptídicos es una terapia que utiliza un compuesto radiactivo que se adhiere a las neuronas y a las células del tumor. Tiene tres componentes. Hay algo que se llama “análogo de la somatostatina”, que se une a los receptores de las células del tumor. Luego, hay un radionúclido terapéutico, o moléculas radiactivas, que son terapéuticas. Luego, hay un adhesivo que une estas cosas. Inyectamos esto en una vena. Circula por el cuerpo. Se adhiere a las células del tumor que expresan estos receptores de somatostatina. Entonces, esta molécula de radiación se instala en las células del tumor y las mata con radiación.
La División de Medicina Nuclear, que forma parte del Departamento de Radiología, utiliza imágenes por tomografía por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés) con dotatato de galio-68 para localizar los tumores neuroendocrinos y determinar si un paciente responderá al dotatato de lutecio. Los pacientes reciben cuatro dosis, cada una de ellas con ocho semanas de intervalo y con revisiones aproximadamente un mes después de cada infusión. Para la mayoría de los pacientes, la mejora en el control de los síntomas se logra después de la segunda dosis. Para Jay, los efectos de este tratamiento nuevo fueron casi inmediatos.
Antes de recibir el primer tratamiento, el Dr. Halfdanarson me advirtió que no esperara resultados inmediatos. Normalmente, se necesitan dos series antes de ver una diferencia. En tres o cuatro días, la diarrea paró. Había impactado el tumor lo suficiente. Dejó de producir esa hormona. En una semana, volví a la normalidad. Fue increíble.
Creo que lo más extraordinario de su historia es la gran mejora de la calidad de vida. Pasó de entrar y salir del hospital, y pasar más tiempo en el hospital, a causa de la diarrea grave y las alteraciones electrolíticas, a poder hacer las cosas que le gustaban. Fue muy emocionante ver a alguien con un impacto tan grande después del primer tratamiento.
Fue una gran experiencia. Cuando estaba en el hospital en Joplin en medio de todo esto, había un paciente allí. Un miembro del personal de enfermería me preguntó si podía ir a hablar con él sobre Mayo. Le respondí que lo haría con mucho gusto. Me alegra hablar con la gente sobre Mayo. Mi familia lo sabe. Probablemente se cansan de oír hablar de Mayo. Todo funciona muy diferente aquí. Es un lugar increíble.