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Dr. Richard Berger, Ortopedia, Mayo Clinic: Hace alrededor de ocho o nueve años que por fin comprendí bien qué era un desgarro longitudinal. Muchos pacientes venían con dolor en esta región de la muñeca, pero no hallábamos una solución. Presentaban estabilidad. No había ninguna sensación de dislocación. Normalmente, sentían un dolor más bien mecánico, es decir, sentían dolor al hacer algo y por eso supe que no se trataba de un nervio ni otra cosa, aunque las radiografías no indicaban ningún problema. En ese momento las resonancias magnéticas estaban ganando popularidad para evaluar la muñeca, pero también daban resultados normales. Hacíamos artografías y varios estudios por imágenes, pero todo estaba normal, pese a que los pacientes seguían con dolor. Hasta los llevábamos al quirófano para hacerles una artroscopia, que consiste en mirar el interior de la articulación de la muñeca con un pequeño telescopio, y veíamos un área cercana a esta región de la muñeca que estaba cubierta por pequeñas proyecciones de vasos sanguíneos. Para describirlo bien, la zona parecía enojada. Se veía irritada y si ustedes han visto alguna película de Jacques Cousteau, parecía un grupo de anémonas de mar dejándose llevar por la corriente. Yo creía que era un área irritada, así que con un pequeño instrumento rotativo algo similar a una rasuradora la limpiaba y pensaba que quizás ese era todo el problema. Esperaba que dicha irritación fuera la causa del dolor de los pacientes. Y sí, en los primeros dos o tres meses posteriores a la cirugía se sentían algo mejor, pero después reaparecía el mismo dolor y esto nos generaba frustración.
Tuve varios pacientes que vinieron después de que otros cirujanos los habían tratado con una cirugía relativamente radical en la que hasta se extirpó el extremo del hueso. A eso lo llamamos resección de Darrach y es casi un último recurso para los pacientes con casos graves de artritis, pero esta gente tenía normal la cabeza del cúbito. Tenían buen cartílago. No había evidencia de artritis, pero por intentar tratar el dolor, el cirujano les había extraído la cabeza del cúbito. Ahora tenían dos problemas: el dolor original que no se había ido y un antebrazo inestable por haberse quedado sin parte del hueso. Era algo muy frustrante para todos. No se trataba de negligencia médica. Tampoco era mal criterio médico. Es que no había alternativas, porque no comprendíamos cuál era el problema.
Yo había recibido algunas becas de los Institutos Nacionales de Salud para estudiar diferentes aspectos de la mecánica de la articulación radiocubital distal y estaba bastante actualizado en la anatomía y la mecánica de la articulación, pero había algo que se me escapaba. Tenía que escuchar a los pacientes, porque me estaban diciendo la verdad, que les dolía ahí, de modo que empecé a retroceder mientras pensaba en qué había allí. Está la piel. Debajo de la piel hay algo de grasa. Hay un nervio que pasa justo por esa zona, pero no era un dolor del nervio. Y luego está el acetábulo, el tejido del ligamento que forma la cavidad de la articulación, y eso es lo que veía con el artroscopio. Me dije que no había nada más. Allí no hay nada más. Debe haber alguna anomalía en esa cápsula articular. Con los siguientes pacientes que examinaba tras rasurar el tejido irritado, comencé a preguntarme qué estaba realmente viendo allí. Yo pensaba que estaba viendo la superficie del ligamento, pero resulta que estaba viendo su interior, porque se había desgarrado y estaba abierto como un libro. Estaba viendo las páginas de ese libro, en lugar del final, como había supuesto hasta ahora. No me había dado cuenta de que el ligamento se había abierto. Hasta que no retrocedí con el artroscopio no me di cuenta de que se trataba de una cavidad aparte. Cuando se ve con el artroscopio, en realidad hay que recordar que igual que con el espejo retrovisor, los objetos son más pequeños de lo que se ven porque se pierde la perspectiva del tamaño de las cosas. Ese fue un momento de revelación y lo entendí todo. En realidad, estaba viendo el interior del ligamento que seguía conectando los dos huesos, por lo cual la articulación tenía estabilidad. Era un desgarro de toda la longitud del ligamento, y pensé en qué podía hacer al respecto. Hay una técnica que ha servido en otras articulaciones para realizar la sutura de los tejidos mediante un artroscopio, y la modifiqué para este procedimiento en particular; hice un par de puntos y tuve un segundo momento de revelación porque me di cuenta de que así era como debía verse el ligamento. Así es en el resto de las personas. No me había dado cuenta de esto y resulta que nadie tampoco lo hizo. Entonces, empecé a hacer esto habitualmente en todos estos pacientes, y son muchos. Hay mucha gente que sufre esta molestia. De todos ellos, apenas la mitad recuerda alguna lesión específica, por lo cual la mitad llega con un dolor molesto crónico, pero no sabe a qué se debe. No recuerdan ningún hecho en particular. El médico quizás no les cree que sientan este dolor.
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